martes, 23 de septiembre de 2008

Llegamos a San Francisco

El domingo, tras desayunar, tranquilamente hicimos maletas y nos encaminamos ya hacia el punto final del viaje: la ciudad de San Francisco. La ruta no tuvo mucho misterio, sólo hicimos una parada ya cerca de la ciudad para comer y descansar un rato. Era un sitio llamado Casa de la Fruta en el que había un mercado de productos frescos, una tienda de productos delicatessen donde nos compramos los sandwiches a medida para comer, una tienda de dulces y café, un motel, un cámping de caravanas, una exposición de maquinaria agrícola antigua y hasta un tren miniatura que te recorría todo el recinto.

A media tarde hicimos nuestra llegada al hotel, donde tomamos posesión de las habitaciones y, tras descansar un rato, bajamos a cenar y luego dar una vuelta por los alrededores.

Hoy lunes ha sido nuestro primer día completo en esta ciudad, y bien completo que ha sido. Hemos montado en una línea de tranvía que utiliza modelos antiguos procedentes de otras ciudades de los años 30-50 (es impresionante el estado de conservación). Concretamente hemos usado uno de Los Ángeles y otro de Milán.

Hemos visitado el distrito Financiero y, de ahí a Chinatown, que es la colonia china más grande del mundo fuera de la propia China.


Otra vez en el tranvía, nos hemos ido a la zona turística de los embarcaderos (Fisherman's Wharf). Allí, en unos cuantos muelles hay montado un centro comercial y de restaurantes. Hemos comido viendo la bahía de San Francisco y los leones marinos que se tumban al sol en uno de los muelles (el pier 39).


Por la tarde hemos hecho un pequeño crucero por la bahía a bordo de un ferry que nos ha llevado hasta pasar por debajo del famoso puente colgante Golden Gate y rodeado la isla de Alcatraz.


Hemos acabado el día volviendo al hotel montando en uno de los típicos cable car (tranvías arrastrados por un cable que va por debajo del pavimento) que consigue subir y bajar unas pendientes brutales, que aquí en San Francisco son de lo más habitual.


Por fin, el metro nos trajo hasta nuestro hotel. Como aquí mismo hay un gran supermercado con comidas preparadas, hemos comprado la cena y nos la hemos calentado en la cocina de que dispone el hotel y hemos cenado tan ricamente en zapatillas.

Los árboles gigantes

El sábado subimos al Parque Nacional Sequoia, que estaba como a una hora en coche desde nuestro motel en Visalia. Al llegar nos advirtieron que había un fuego activo dentro del parque y resultó estar en una zona donde está uno de los sitios que pensábamos visitar, la Cueva de Cristal, así que eso no lo pudimos ver.

Fuimos al Museo que está más o menos en mitad del parque, justo donde empieza el bosque de secuoyas. Son árboles gigantescos, no son los más altos del mundo, porque hay unas "primas" suyas que lo son más, pero en volúmen son los más grandes. Allí hicimos un paseo por un sendero marcado que pasa cerca de varios de estos monstruos y nos llevamos una gran impresión (y yo, un catarro estupendo porque debía haber como 15º a la sombra, e íbamos de manga y pantalón corto).
De ahí nos fuimos a la zona donde está el más grande de estos grandes árboles: el General Sherman. Su masa es la equivalente a 10 ballenas azules o su altura la de 22 elefantes. Un pedazo de árbol, vamos. Hay un caminto que lo rodea y lo vimos desde todos los ángulos. Intentamos que alguien nos hiciera una foto con él y la primera a la que le dimos la cámara nos hizo una guarrería de foto. Luego se la dimos a otro, y tres cuartos de lo mismo. Así que ya desistimos de intentar un tercero.

De ahí, a comer y, tras la comida amenizada con unas cuantas avispas, fuimos a subir a una montaña de granito llamada Moro Dome (la que veis detrás de nosotros en la foto). La subida la verdad es que era cómoda, con escaleras talladas en la roca. Pero daba un vértigo impresionante. Las vistas arriba valían la pena, aunque mejor no arrimarse mucho al abismo. En España el acceso no estaría permitido en esas condiciones, pero allí subían hasta niños solos, e incluso una madre con un bebé de año y medio y lo dejó suelto en algún momento.

Al salir del parque paramos en una tienda/casita de chocolate a tomar un helado para descansar un rato antes de llegar al hotel y salir a cenar.